• Cortina de Humo / Francisco Leal

jueves, 30 de mayo de 2013

Como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar el lenguaje humano Apología de la droga de Mario Verdugo


Como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar el lenguaje humano.
Apología de la droga  de Mario Verdugo
Editorial Fuga, 2012. 40 pgs.

Por Cristian Geisse Navarro




 .. .. .. ..  
Las palabras que usamos
para designar esas cosas están viciadas.
No hay nombres en la zona muda.

Enrique Lihn


El título de este libro quizás confunda, atrayendo a lectores beatniks, jipis trasnochados, amalditados equilibristas borrachos en la cuerda floja, filósofos de la droga, adolescentes eternos y esa ralea de desincorporados de la sociedad.

Pero tras las primeras páginas se encontrarán con una sorpresa, pues a primera vista este libro no tiene nada que ver con psicotrópicos, lisérgicos, estimulantes, narcóticos o neurodepresivos.  Esta quizás sea la primera broma del autor.

Porque este es –me parece– uno de esos libros realmente serios y notables, que a la vez tienen como uno de sus pilares el humor. Y si bien es en gran parte un libro desopilante, hallamos en él planteamientos sobre la naturaleza de lo que llamamos realidad, que es uno de los problemas más serios que hay.

Por supuesto el título ya debiera darnos una pista. La droga como una distorsión de la realidad, pero también una posible puerta a “intermundos” –mundos que están en este mundo– que guardan claves importantes y necesarias para la comprensión de lo que nos rodea.

 El epígrafe nos da otra idea al respecto. “Ya está dicho: una superficie esférica no puede ser desarrollada sobre un plano”. La frase es una cita del libro “La perspectiva como forma simbólica” del filósofo del arte Erwin Panofsky, ensayo que trata en parte de la ilusión mental de la perspectiva, desarrollada por los occidentales durante el renacimiento. Se nos explica ahí que debemos entender a partir del surgimiento de esta técnica mimética, que la intuición del espacio en la antigüedad difiere de manera significativa a la de la época moderna, por lo tanto estamos frente a una concepción del mundo peculiar y diferente. La perspectiva así depende tanto de la reducción de los fenómenos artísticos a las matemáticas,  como a la vez del individuo, determinado por la posición de un punto de vista subjetivo, elegido por voluntad. Nos prepara Verdugo quizás a la búsqueda de una nueva concepción de mundo, distinta a la antigua y a la moderna, a esta conciencia de lo engañosas que son nuestras perspectivas de la realidad, de los trazos que hacemos para representarla.

Siguiendo en esta línea, al final del libro nos encontramos con una advertencia que podría indicarnos que estamos frente a la Nueva Telenovela: “Cualquier semejanza con los personajes de este libro y algunos sujetos empíricos o muertos no es pura coincidencia, pero tampoco tiene que ver con la realidad”. Y lo que pasa es que el grueso de este libro parece una suerte de reordenamiento de nuestra literatura basada en una taxonomía arbitraria y alevosa de nombres, nombres de sujetos empíricos o muertos, todos adictos a la droga dura que es la literatura.

Pero este reordenamiento, estructurado en torno a “inéditos” de pedro nolasco cruz, de arturo torres rioseco, de misael correa pastene, de marino muñoz lagos y de roque esteban scarpa (así, con minúsculas), se solaza en los complejos mecanismos semánticos del absurdo, combinados astutamente con una erudición importante sobre nuestros escritores mayores y menores –una mezcolanza de las vacas sagradas con las ratas de laboratorio– cuyo principio estructural es la coincidencia, disidencia, similitud y disimilitud de la onomástica, ya sea basada en posiciones dentro del canon –las menos– y sobre todo la sonoridad de los nombres.
Algunos ejemplos:
De los inéditos de pedro nolasco cruz:
9
una corporación de beneficencia sexual
pudo haber extinguido el linaje
de c. vicuña y j.m. vicuña.
una corporación de beneficencia sexual
pudo haber recompuesto la estirpe
de enrique bunster y enrique lihn.
11
conforme a las ideas de guillermo blanco,
ver televisión era como tragarse una lagartija.
conforme al ideario de juan negro
ver televisión era peor que comerse una rata cruda.
De los inéditos de arturo torres rioseco:
6
cruchaga rimaba siglos con años, alcayaga rimaba días con horas;
munizaga los amparaba a ambos en su revista,
pues a juicio de munizaga
todo se podía rimar.
8
raúl norero construyó toda su fama sobre la siguiente idea:
“volver produce amnesia”; leoncio guerrero, por su parte,
se basó nada más que en el siguiente lema:
“correr produce parálisis”.
9
siete años después
salgado aún pensaba en los mismos materiales.
diecisiete años después,
collado aún pensaba en los mismos materiales.
veintisiete años después,
morgado aún pensaba en los mismos materiales.
De los inéditos de roque esteban scarpa:
2
montes miraba a la izquierda y a la derecha, y se sentía asustado.
montecino miraba en derredor y experimentaba un pánico infantil.
montealegre miraba hacia el futuro y gemía como un marsupial sureño.
cada uno entregaba así su aporte
al desarrollo de un cine pulcro y químicamente puro.
3
méndez confundió la ecología con una dosis de muérdago.
zambra confundió la computación con un golpe de corriente.
bustos confundió su propio mensaje en clave
con la robótica.
bustos atribuía sus logros a la influencia de huidobro.
zambra atribuía su fortuna a las enseñanzas de parra.
méndez atribuía su destreza a los consejos de neruda.
Mario Verdugo ha realizado en programas de magíster y doctorado, importantes estudios sobre las formas como Chile ha intentado ordenar su literatura en compendios, parnasos, diccionarios, antologías, recopilaciones, arqueos e investigaciones académicas. Es un erudito conocedor y analista de las estrategias textuales utilizadas para ordenar nuestros documentos literarios de acuerdo a la territorialidad, principios de configuración identitaria, visiones epistemológicas, cuerpos teóricos y de moda. Actúa aquí, sin embargo, como el Borges de “El idioma analítico de John Wilkins”, quien nos explica que “notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”, poniendo como ejemplo la inolvidable clasificación que se podría encontrar en una enciclopedia china de nombre El emporio celestial de conocimiento benévolo, según la cual los animales se dividen en (a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (i) incluidos en esta selección… y así.

La nueva visión de mundo entonces que se nos propone acá –que ya no es tan nueva–, la nueva perspectiva que define nuestra representación del espacio, y que nos diferencia tanto de la antigüedad, como de la modernidad –haciendo de este libro uno absolutamente post moderno–, es esa formidable conciencia de las limitaciones y alcances del lenguaje, de su importancia para nuestros aparatos cognitivos, pero también de la sana sospecha en relación con su veracidad. Incluyendo en este caso a nuestra capacidad de reírnos de todo eso.

Por supuesto a partir de los “complejos mecanismos del absurdo” (me cito a mí mismo con una suerte de falsa vergüenza) que ordenan este libro, de los delirantes juegos fonéticos, sintácticos, semánticos –y por supuesto– pragmáticos, no se puede sino concluir que las interpretaciones del texto necesariamente serán múltiples. Yo ya he dado en parte la mía, que no es definitiva y no es la única. Me atrevo con otra que ya se atisbó anteriormente: este es un libro que también nos quiere decir que la literatura funciona como droga, tanto como sustancia que induce a diversos estados anímicos y mentales, así como a una terrible adicción en la que caen los más capos y los más pencas. A pesar de que se trasluce aquí que los escritores son gente ridícula –a veces adorables de lo puro ridículos– no hay denostación, no hay jolgorio frente al patetismo de la adicción y sus estragos, sino más bien algo así como cariño, ternura por ese montón de extraños seres deformados por el vicio, la mayoría de los cuales se lanzaron al vacío en medio de la búsqueda frenética de ese “angry fix” que da la literatura. La utilización de letras minúsculas para consignar los nombres quizás indirectamente democratiza este dantesco infierno postmoderno de la droga literaria, en el que se queman por parejo reyes y pajes. Aunque debo advertir que quizás extrapolo, aparte de la palabra droga en el título, no hay en el resto del libro –que yo recuerde– la menor alusión a este tipo de sustancias. Pero sí la aparición de elementos propios de los habitus, trayectorias y campos literarios, tales como antologías, ediciones, biografías, hagiografías, frases para el bronce, viajes al extranjero, rimas, anotaciones, páginas, tinta y etcétera etcétera, que se alternan con visiones destellantes que podrían no guardar relación alguna con estos mundillos.
el mundo –para gonzález cangas–
quedaría bajo el dominio de sincrón siete.
para gonzález zenteno, el mundo quedaría en manos de los multi-hombres.
para gonzález urízar, el mundo quedaría a merced de las ultra-mentes.
para gonzález vera, el mundo quedaría en poder de los seres pardos.
A la larga, todos aquellos que somos adictos a la droga de la literatura –vicio que no es impune en ningún caso– somos también entonces lectores beatniks, jipis trasnochados, amalditados equilibristas borrachos en la cuerda floja, filósofos de la droga, adolescentes eternos y parte de esa extraña ralea de desincorporados de la sociedad. Y yo los invito a todos a acercarse a este libro, no en busca de la cura o la salvación, sino de todo lo contrario.

lunes, 27 de mayo de 2013

Chile, de Angela Barraza Risso, por Oscar de Pablo


CHILE: Territorio de contrastes explosivos
Por Óscar de Pablo


El libro de Ángela Barraza y el país de Ángela Barraza, ambos llamados Chile, están marcados por la tensión, por los extremos. Me gustaría recorrer el país de punta a punta, como he recorrido el libro. La tensión del país la conozco desde lejos, por los indicadores económicos, por los noticieros y por los amigos, entre ellos la propia Ángela. En cambio, la tensión del libro la conozco desde dentro. La he experimentado en carne propia. Por eso voy a hablar de ella.

Tal como ocurre con la historia, son las contradicciones las que producen el movimiento. Y Chile es un poemario móvil, uno que no deja de vibrar en las manos del lector, que no se está quieto. Si bien los vértices por sobre los que ocurre el choque de contrarios son múltiples, incluso innumerables, creo que puede ubicarse un eje principal con dos polos, cuya tensión a lo largo del libro produce ese magnífico estado de movimiento: me refiero al choque entre lo histórico, lo colectivo, lo atemporal, por un lado; y lo específico, lo personal, lo generacional, por otro. El libro habla de Chile, sí, pero de su “Chile personal”. Esta tensión podría resumirse en el poderoso comienzo del poema que dice:
Siempre pensé que la patria mía
debería llamarse Manuel.
En cada página del libro se aborda el tema de la historia reciente del país, una historia conocida en todo el mundo por su dolor descarnado, por su tragedia expuesta a flor de piel. Una historia coral, polifónica, multitudinaria: digna de la mayor seriedad. Y sin embargo, en cada página se aborda esa historia desde la perspectiva de un cuerpo individual y específico, un cuerpo con edad y sexo, con su propio universo cultural y su propia generación.

La generación de Barraza, que es más o menos la mía, no es la de las víctimas directas y los victimarios, sino la de sus hijos; es una 
generación marcada en todo el mundo por la derrota, el desencanto, la falta de perspectivas; una generación que no recibió por herencia sino una dosis de individualismo pesimista, y que ha tenido que ir construyendo su épica desde cero, con sus propios recursos. Y esos recursos no podían ser más que los del juego, el distanciamiento y la ironía. También es una generación educada por Internet, que ya no puede creer en la realidad de las patrias, o al menos que no se identifica con ellas más que como un anacronismo deliberado. “La patria, esa mentira que le creí al enemigo”, decía Roque Dalton en los años sesenta. Pues bien, ya no nos la creemos. “No, yo no soy la patria”, dice Barraza. Y sin embargo, desde el título mismo, todo el libro avanza en tensión con ese descreimiento.

Cada generación debe traducir sus tragedias. Los clásicos qué. Cada generación debe apropiarse de las grandes heridas de su historia, actualizarlas y revivirlas en su propio idioma, porque son vigentes. Así fue el 32 en el Salvador y así fue el 73 en Chile. Es una historia de asesinos y de asesinados, de torturadores y de torturados, pero también de ricos y de pobres. Chile será para siempre la patria de Pinochet, sí, pero también el laboratorio de Milton Friedman, del neoliberalismo, de las minas privatizadas, de los sindicatos destruidos, de las escuelas privadas más privadas del mundo. Esa brutalidad profunda, que está vigente en México y en Estados Unidos y en Europa y prácticamente en todo el mundo, es la que estuvo detrás de La Moneda bombardeada, de la caravana de la muerte y del Estadio Nacional de Santiago. Es lo que hace que cada muerto de la dictadura se repita y se multiplique en cada minero muerto en un accidente de trabajo, en cada indigente muerto de frío, en cada niño muerto por la insuficiencia del sistema de salud, en cada estudiante muerto por los carabineros de la democracia actual.

La tensión entre lo histórico y lo específico que surca las páginas de todo el libro de Barraza y lo mantienen en movimiento, como todo gran acierto literario, es mucho más que un acierto literario. Es un hallazgo vital. Es un modo de traer la tragedia histórica al presente, de restituirle a los militantes muertos un lugar en el flujo del tiempo concreto. Un modo se rescatarlos de la limpieza del monumento y traerlos a la suciedad de la vida.
II
Desde luego, Chile es un libro de poesía política, por decirlo así, pero no de cualquier poesía y no de cualquier política. Su posición política de izquierda se hace efectiva en este caso porque se manifiesta de una posición literaria de izquierda: un mérito que basta para distinguirlo de todo el desgastado continuo de la lírica bienpensante.

¿Qué significa tener una posición literaria de izquierda? Voy a intentar explicarlo con un ejemplo:
Nombrar en un poema a un mártir célebre (por ejemplo Orlando Letelier) basta para provocar una modesta catarsis emocional en los lectores progres. Un suspiro de arrobamiento. Sin embargo, esa catarsis, que parece política e incluso revolucionaria, en realidad no lo es. Porque no nos modificó. No nos dijo nada nuevo. Si nos emocionó, fue en la medida en que conocíamos la historia de Letelier y la significación que tuvo su asesinato. Parece que el sólo leer su nombre en un poema nos produjera indignación, pero en realidad sólo valida culturalmente nuestra indignación previa, y al hacerlo nos consuela, nos reconforta.

Lo mismo ocurre con la poesía de amor tradicional. No nos dice nada nuevo del amor: nos emociona, sí, pero sólo porque nos recuerda una emoción previamente aprendida; y nos gusta, pero sólo porque nos confirma en nuestra educación sentimental, es decir, en nuestros prejuicios. Esa poesía puede ser prestigiosa, y hasta masiva, pero no es transformadora. No es la poesía que me interesa.
Yo puedo decir […] atentado, oligarquía, asesino, maldito Pinochet hijo de puta
y ya no pasa nada.
Leo estos versos como una constatación durísima, valerosa, de la inutilidad de la catarsis que produce el mero nombrar (aunque sea con los puños y los dientes apretados, denotados tipográficamente por la letra en negrita).

El tipo de emoción que produce el mero uso de temas de izquierda no tiene en sí mismo nada de izquierdista. Pero, en cambio, ¿qué ocurre cuando el nombre de Letelier aparece en un verso como éste:
“Orlando Letelier, un casette de Locomia.”?
Pasa que la catarsis emocional se interrumpe. Pasa que el lector se topa con un elemento inesperado de prosaísmo, de cotidianeidad. Nuestro lector políticamente correcto queda perplejo porque no se le permitió emocionarse, al menos no tan fácilmente como se espera en estos casos. Y, quizá un tanto molesto, se ve obligado a reflexionar. Se ve obligado a cuestionar los motivos de esa extraña decisión poética. ¿Es eso lo que Brecht llamaba distanciamiento? Me gusta pensar que sí.

Y, después de reflexionar, ¿qué concluye? Bueno, eso ya depende del lector. Alguno pensará, por ejemplo, que la tragedia de Letelier es algo tan pasado de moda y tan irrelevante como Locomia y los cassettes. Puede ser. Pero otros sentirán, en cambio, que la tragedia de Letelier no es un bello modelo cultural, como la cólera de Aquiles, sino un hecho real, tan real como la existencia de Locomia, tan real como los cassettes. Porque nada hay más horriblemente real que un cassette de Locomia. El anacronismo oculto por su solemnidad (Letelier) queda expuesto por un anacronismo kitch explícito (un grupo de los noventas, un aparato anticuado). Curiosamente, al develarse, el anacronismo solemne deja de serlo y adquiere una actualidad inesperada, en un presente muy concreto donde conviven Locomia, Letelier y la revuelta estudiantil del 2011.

El hecho es que los versos como “Orlando Letelier, un casette de Locomia” no aportan una respuesta, sino una pregunta. Y la pregunta queda abierta, porque su respuesta no está al final del poema, ni al final del libro, ni siquiera en el conjunto de la poesía del mundo… sino en la vida, en la vida social práctica (que cada lector enfrenta a su modo). E incluso la pregunta no es el fruto de una reflexión previa que la poeta haya querido comunicarnos. Fue una pregunta nueva que la poeta y el lector descubrieron en el momento único del poema, en virtud de una investigación sui géneris cuyo instrumento fue el lenguaje. Esa podría ser una definición de la poesía, o al menos la poesía que me interesa. Es cierto que la realidad no es verbal, como dice Enrique Lihn en el epígrafe de este libro, pero el verbo puede ser una vía para la investigación de la realidad. Para la transformación de la realidad.

Esa es sólo una de las muchas virtudes que hacen de Chile un libro importante en el ámbito de toda nuestra generación latinoamericana.

viernes, 10 de mayo de 2013

Entrevista en El Ciudadano





“Nuestro trabajo es un gesto de rabia, entonces tenemos que buscar el modo, el acomodo, trabajar desde el descontento, pero no quedarse en el descontento, eso es Fuga”.

Arturo Ledezma y Ángela Barraza se conocieron en la Universidad, pudieron ser una linda pareja más que iluminara los paseos públicos coqueteando y dejando crecer sus panzas o criando lindos niños, pero no se conformaban con eso. Cuando el amor no basta, hay que ir por más.
Pasaron por el único taller de Balmaceda en Valpo, que no fue dictado por un poeta, sino por un profesor. El trabajo se basaba en corrección de textos, análisis y retórica. Ahí se tentaron a montar una editorial, una de poetas. Y ahí comienza Fuga, “un gesto de rabia” en la escena literaria nacional que hoy lleva a cuestas varios libros, autores que mueven la carne de quien los lee, cuatro años ininterrumpidos de lecturas (Los Desconocidos de Siempre – LDDS) y una feria de edición independiente.
-Ángela (Án): Estábamos con Vicente guagua, pobres como ratas, mi mamá se apiadó y nos ofreció plata pa’ que pusiéramos un negocio. Ella había pensado en un negocio de fotocopiadoras y venta de loto o kino.
-Arturo (Ar): Y nosotros dijimos, “mejor pongamos una editorial, que es más rentable” (risas)
-Án: Empezamos muy pro, con todo nuevo, escritorio, sillas, mesa de dibujo, computador y no teníamos a nadie.
-Ar: Pusimos un aviso en el diario buscando un editor de narrativa, y el editor dijo que su hermano quería hacer un libro, una antología, lo conocimos y trabajamos todo el 2007 en eso. Ahí nació la primera antología de Fuga.
“El mapa no es el territorio” -primer título de la editorial- fue la puerta de entrada, no sólo a los veinte autores que eran parte de las 337 páginas del libro, si no a una escena literaria de mayor nivel. Fuga nació haciendo ruido:
“Esta es la publicación inaugural de la editorial Fuga y, al parecer, define su intención de centrar su mirada en la realidad literaria de la región (…) Un comienzo auspicioso si se toma en cuenta la calidad del objeto libro y la ambición de su contenido”. Luis Riffo, 2007, Letras.s5
-¿Cómo ven a Fuga en el panorama actual?
-Ar: Nunca lo he analizado, nunca lo he visto desde fuera, ni he cachado si funciona o no. Creo que hemos llegado más lejos de lo que pensábamos cuando partimos, pensaba que íbamos a tener menos autores, nunca me hubiera imaginado una lectura de cuatro años.
-¿Cómo dieron con estos autores?
-Ar: Todos llegaron por otro, primero llegó la AntologíaRodrigo Arroyo, por Rodrigo llegó Moncada, por Moncada llegó Felipe Ruiz, por Felipe llegó Medo, por Medo llegó Bachi, siempre recomendaban nuestro trabajo.
-Les gusta la poesía, ambos la escriben. ¿Juega en contra el rol del editor a la vocación de escritor?
-Ar: Yo creo que sí, porque si escribes mal eres un pésimo editor, y si escribes bien, ¿qué vas a hacer; quebrarte con los otros?, es absurdo.
-Ángela, empezaste como directora de la Editorial, luego de iniciar tu proceso ¿te volviste a acercar a la edición? ¿La editorial siguen siendo los dos?
-Somos los dos, pero no me metí más en el proceso de edición, cuando llega un libro generalmente soy yo la primera que lo lee. Arturo tiene más ojo en la selección y después en la edición.
-Ar: Aparte la Ángela tenía que meterse de lleno a su proyecto, empezó su proceso de autora, y tenía que trabajar en su propia obra.
-¿Cómo es el proceso de edición en Fuga?
-Án: No somos editores de libros, trabajamos con autores. Es siempre distinto con todos los autores, todos los procesos son muy diferentes, cada escritor viene con su propia idea de lo que quiere, de lo que busca, que a veces es muy diferente a lo que nosotros hacemos. Pero hay una cierta cantidad de autores que realmente quieren el trabajo que podemos hacer, porque la edición es completa. No es sólo el libro, no es sólo corrección de texto, es entender la historia del texto y participar desde qué vas a leer, cómo lo vas a leer, es todo el personaje. No todos los autores quieren ser un personaje, tampoco se trata de eso, de forzar, pero nos interesa ser parte.
-Fuga es parte del mapa de autores en Chile, ¿ese es el mapa de Fuga?
-Ar: Para editar tienes que conocer a todos los que están publicando, no te puedes quedar en la región, en la ciudad, y menos restringirse a los amigos. Nunca he publicado a un amigo, me he hecho amigo de los que publico, pero todos los que han llegado a Fuga en general los he conocido cuando llegan con el texto, en cinco casos ha sido diferente, pero en general hay autores que no conocía en persona al momento de ya estarlos editando.
-¿Viven de la edición?
-Ar: Vivimos de esto, aunque sobrevivimos, nos dedicamos absolutamente. Es nuestro oficio, no es nuestrohobby, las lecturas, la editorial, la feria. Estamos todo el día, todos los días investigando, diseñando, trabajando, entonces podemos cultivar una visión más amplia, conocemos bien la escena.
-¿Cómo funciona el que Ángela sea autora y parte de la editorial?
-Án: En mi proceso editorial a mí me excluyeron absolutamente, funciono como una autora más, sin ninguna injerencia.
-Ar: Es que la Ángela fue como un conejillo de indias, cada vez que leía la Ángela llevaba una plaquettedistinta, esa era la idea. Empezamos después a hacer estos textos de anticipo con otros autores, con la idea de que llevaran un adelanto de lo que estaban trabajando para publicar, siempre muy exclusivo con pocos ejemplares.
-¿Cuál ha sido su relación con las ferias de editoriales independientes? ¿Cómo nació la Feria de Fuga?
-Ar: Al principio la relación fue de colaboración, participamos en la primera Furia del Libro, pero luego vino el descontento. Un día venía de la feria y compré El Ciudadano, leí una entrevista de Cristóbal Gaete a la Paty Espinoza en la que decía: “qué tienen que hacer las editoriales independientes metidas en el GAM(Centro Cultural Gabriela Mistral, del Estado de Chile)”. Ahí llegué con la nota a la casa, y se la pasé a la Ange para que la leyera, y le dije que íbamos a hacer una feria independiente.
-¿Cómo se financió y qué los diferenció de otras instancias?
-Ar: Lo primero era ser totalmente independientes, sin auspicios, pero con muchas voluntades, hubo almuerzos para todos, no se cobraba por el espacio, pero cada participante apoyó, porque era importante estar.
-Án: No permitimos que se hicieran lanzamientos de libros, porque eso convoca a un público que solo va a ir a comprar ese libro, así que buscamos un formato que dejara a todos en igualdad de condiciones. Hicimos mesas de debate, la primera fue de perros grandes: Zurita, la Elvira, Cosiña, Damaris,hablando de su primera experiencia de publicación.
-Ahora Fuga trabaja en el proyecto de una revista, ¿de qué se trata eso?
-Ar: Se trata de una revista latinoamericana de edición, que deje testimonio de la escena literaria enLatinoamérica, pero sin crítica de libros, sin poner un libro sobre otro, si no que ampliando la escena, una vitrina más amplia de la literatura latinoamericana.
-Án: Precisamente acudir a escritores con criterio, que tienen algo que decir. Nosotros no publicamos a todo el mundo, no quedamos bien con todos. Fuga tiene un criterio de edición detrás, y es lo que buscamos también en los que escriben en la revista, no es lo que hay que mostrar porque está ahí, sino lo que nosotros sentimos que hay que mostrar.
-Empezaron riéndose de la idea de hacer una editorial, pero están convencidos, y se nota…
-Ar: La risa es por lo económico, porque es un pésimo negocio, pero no por el convencimiento.
-Án: Se trata de tener la certeza de que lo que estás haciendo es tan necesario que te trasciende, sé que lo que estoy haciendo va a ser importante en 50 ó 100 años más, mi contingencia no es importante, pero lo que estamos haciendo sí, y es tan importante que hay que hacerlo pese a la adversidad. Nuestro trabajo es un gesto de rabia, entonces tenemos que buscar el modo, el acomodo, trabajar desde el descontento, pero no quedarse en el descontento, eso es Fuga.

Por Amanda Durán
Suplemento de Arte & Cultura Cultivos Chilenos 
El Ciudadano Nº129, segunda quincena julio 2012

miércoles, 8 de mayo de 2013

Después de casi 6 años seguimos porfiando



A veces desaparecemos pero acá estamos. Luego de unos 5 años haciendo y deshaciendo en el sector editorial más chiquito de latinoamérica seguimos apostando moneditas al número que esperamos sea el ganador. 

Tenemos un nuevo proyecto que se llama Lecturas Ciudadanas, y es un micromedio de cultura y lecturas de ciudad que montamos en complicidad con el periódico El Ciudadano. Ahí es que repasamos el espaci urbano desde una mirada que intenta mezclar la escritura de blog, el peridismo, las entrevistas y la ficción en un sólo medio. Además estamos interviniendo la ciudad y dándole un poco de actitud al diseño gráfico mediante la utilización del grafiti como efecto de composición de las piezas gráficas. Ninguna foto es intervenida digitalmente sino que el espacio es rayado con el contenido. 

Estamos próximos a abrir además una línea de publicaciones para fomentar que más autores tengan la posibilidad de acceder al mundo de la escritura con una buena asesoría gráfica y editorial que mezcle las nuevas plataformas de difusión con una visión renovada y precisa de lo que es la edición, el diseño editorial y el coaching de autores. 



Bien, súmate a este nuevo proyecto en www-lecturasciudadanas.cl y pégate el salto.